I
Está en cartelera una película que trata sobre un chico que naufraga sobre un bote en compañía de un tigre de Bengala. Uno de los momentos icónicos de la historia viene cuando tocan tierra firme, el tigre se interna en la selva y nunca se le vuelve a ver. "Todo en la vida es un acto de dejar ir, pero lo que más hiere es no tomarse un momento para decir adiós", es la frase que suelta el protagonista, al narrar cómo lo que más le dolió de todo el episodio del naufragio fue el hecho de que el animal salvaje partiera sin mayor ceremonia, recordando aquél episodio de su niñez cuando le dijo a su padre que los animales tienen alma. "Lo puedes ver en sus ojos", dijo él, cuando niño, a lo que su padre respondió "cuando ves a un tigre a los ojos, lo único que ves son tus propias emociones reflejadas de regreso".
Yo me identifico con el protagonista en aquéllo de creer que los animales tienen alma, sentimientos, emociones y etcéteras. Tal vez no como los nuestros -de ahí que el tigre no se despida, pues el concepto del adiós es muy de nosotros- pero son capaces de entendernos, darse a entender y hasta empatizar.
II
-
¡Awww! ¡Qué gatito tan hermoso! ¿De quién es?
- ¡Tuyo!
*Vruuooommmmm*
Fue lo que dijo el motociclista, tras extenderme al minino y alejarse a toda velocidad a lo largo de López Mateos. Acababa de renunciar a mi trabajo en el Centro del Software, y al parecer este nuevo animalito venía a marcar un nuevo inicio en mi existencia. Antes de su llegada, me dedicaba a hacer concept art para animaciones y me encontraba trabajando en un clip llamado "el Tartufo de Hidalgo", proyecto que se volvió ícono y clave entre los compañeros de trabajo y por el cual decidí llamar así al minino, intento que se vió frustrado por la manía que tiene mi hermano de rebautizar a todas mis mascotas. "Tiene cara de 'Pepito'" dijo, y ese nombre fue el que se le quedó.
III
Los siguientes meses los dedicó Pepito a dejarme las manos como SantoCristo, a aprender cómo abrir la puerta del patio para meterse cuando no estuviéramos y a raptar mi papel de baño para hacerlo garras.
Dramatización.
Era huevudito, voluntarioso y tenía un cerro de energía: corría de la planta baja a la planta alta y solía usar mi espalda como trampolín.
Pepito se convirtió en un joven gato adulto cuyo tamaño, a decir de mi amiga Marisela, debería meterme en problemas con la SAGARPA. "Ese no es un gato, ¡eso te lo trajiste de la Selva!" solía decirme. Hasta ahí, yo tenía una dinámica normal con el animalito: lo alimentaba, lo apapachaba, él ronroneaba, usaba mi espalda como trampolín y aprendimos a llevarnos de manera que sus uñas y mi persona tuvieran el menor contacto posible.
IV
Meses después me fui a Reino Unido a estudiar una maestría. En el inter, Pepito se metió en problemas con los vecinos, quienes dejaron una carta bajo la puerta diciendo que mi gato dejaba patitas marcadas en su camioneta y si eso no paraba no se hacían responsables. Intenté responder la carta con humor diciendo que esas marcas eran
una campaña de marketing en forma de guerrilla para probar una nueva línea de viniles para auto y testear si serían bien recibidas por el público...
... pero por miedo a que el mame resultara contraproducente, decidieron llevarse al gato a Michoacán a vivir con mis padres.
V
Antes de irme a Reino Unido, y como suele ocurrirle a la gente, llegó el punto donde me hundí en depresión. No me da la memoria ya para recordar por qué era por lo que yo lloraba, pero recuerdo perfectamente el "purrr?" que soltó Pepito desde la habitación contigua, cómo se subió al escritorio donde yo estaba, y cómo talló su cabecita contra mi mejilla húmeda. No podría asegurar si su intención era consolarme o no, pero así lo sentí, y me ayudó a sobrellevar la situación de manera que no recuerdo ya la razón de mi tristeza, pero recordaré por siempre que mi gatito estuvo ahí y me levantó el ánimo.
La memoria del animalito consolándome sirvió como pilar estructural de la animación que propuse como entrega final para la maestría, tocando la misma idea que trata la película del naufragio, sobre si los animales realmente empatizan con uno, o es uno quien ve lo que quiere ver. Curiosamente, sin hablar de ésto previamente con ella, mi madre me cuenta que Pepito tuvo esa misma conducta con ella mientras yo estaba lejos, y mi papá me decía, mientras hablábamos por teléfono, que Pepito se echaba al lado suyo cuando hablaba conmigo. Unica y exclusivamente cuando hablaba conmigo.
VI
Para efectos de mi proyecto final, tuve que conseguir un gatito en Londres. Mi plan era conseguirlo prestado, hacer las tomas y devolverlo. Fácil, ¿cierto?. No en Reino Unido. Por asunto de "hay que ser buenaondita con los animales", las veterinarias / tiendas de mascotas de allá no tienen animales enjaulados en existencia, la gente no te pesta gatitos porque "¿cómo van a dejar que un miembro de su familia se vaya con un extraño?" y los albergues te dicen que, si quieres, te sueltan un gatito pero sólo si te comprometes a cuidarlo un mes en lo que le encuentran casa y "allá va alguien de nuestro personal a checar que tu depa esté en condiciones para recibirlo". Después de mil trabas, decidí responder al anuncio de un periódico sobre alguien que le buscaba casa a un gatito con la idea "adopto gato - saco proyecto - le consigo nuevo dueño al gato". Mientras lo llevaba de Camden a Kingston para sacar las tomas, una señora en el overground me empezó a ver feo y me dijo "lo escucho maullar". Me preguntó si lo llevaba al veterinario, por evitar la fatiga le dije que sí, entonces ella dijo que había visto una veterinaria cerca de la siguiente parada e insistió en que me bajara y lo llevara ahí, mientras el resto de los pasajeros no decía nada, pero hacían evidente vía lenguaje corporal que estaban del lado de la señora. Pensé que era el colmo de la exageración, pero no, éste vino después de encariñarme con el gatito y decidir que me lo traería a México. El tiempo y el dinero que invertí en el gatito callejero más caro del mundo merece su historia aparte, en este espacio lo único que mencionaré como experiencia final fue la cara de asco del agente aduanal cuando me preguntó a dónde llevaba al gatito y le respondí "a México". "Ese no es un buen lugar para un gato", respondió. Me ofendí. No volvimos a cruzar palabra.
VII
Esta Navidad, después de año y medio en otro continente, volví a ver a Pepito. No le costó trabajo reconocerme y, a su manera, me demostró que le dio gusto verme de vuelta. Jugué con él, me dormí con él, leí con él echado en mi regazo, trabajé con él echado en el sillón al lado mío. Pasando las fiestas decembrinas me tomé fotos con él un día antes de volver a Guadalajara. El día que volví no alcancé a despedirme de él pues iba tarde para coger el autobús, pero recordé la película del naufragio, cómo el concepto de la despedida es muy de nosotros, cómo el chico nunca volvió para ver si el tigre todavía merodeaba por los alrededores y pensé que no era necesario abrazar a Pepito y decirle que se portara bien, pues yo sí iba a volver para verlo. Esto ocurrió ayer.
Hoy recibo una llamada de mi mamá. Pepito murió en la mañana.
VII
Me duelen muchas cosas.
Me duele el obvio proceso de pérdida, me duele que Pepito ya no podrá protagonizar más anécdotas.
Me duele que no fueron causas naturales, me duele que no fue un accidente, me duele no poder decir que no sufrió.
Me duele que a estas alturas exista todavía gente que envenene a los animales.
Me duele, no sólo que no seamos capaces de empatizar con los animalitos, de entender que también sienten, que también sufren, sino que son fuente de afecto para alguien más, que hay gente que va a llorar toda una tarde, que hubo gente que dejó de llorar gracias a ellos. Que haya quien gaste 10 pesos y cinco minutos de tiempo para hacer que otro invierta veinte veces más tratando de recuperar lo que le está quitando, y que no se dé cuenta que harían eso y más porque para ellos el animalito es simplemente invaluable.
Me duele darle la razón a aquél señor en la aduana del Reino Unido cuando, con todo el desdén del mundo, arrugó la nariz y dijo que México no era un buen lugar para los animales.
Me da tristeza sobre todo la gente que no es capaz de ver más allá de su nariz, que no es capaz de pensar en términos de causa-consecuencia, pues el día de hoy nos quitaron a nuestro gatito, me lastimaron a mí y a mi familia, pero a la larga esa actitud los lastimará a ellos más de lo que cualquier ofensa nos pudo lastimar a nosotros: si no te detienes a pensar en los demás, estás propiciando un ambiente donde los demás no se van a detener a pensar en tí.
No me interesa que me haga justicia la Nación, nada que haga o deje de hacer me traerá a Pepito de vuelta, lo único que quisiera es que la gente comience a reflexionar sus actos, que se den cuenta del nivel de daño que causan con lo que destruyen, que somos personas, no animales, y que actuando como personas es como la gente dejará de vernos como animales. Me da vergüenza sacar la cara por mi país y tener que aguantar estereotipos cimentados por la actitud de gente que afortunadamente no es la mayoría, pero tristemente existe y actúa de manera incivilizada, haciéndonos quedar mal al resto.
"Fui a Londres y no entendi que es lo que nos separa de primer mundo. Vine a Michoacan y dije "Ah"." - Escribí eso hace unos días en Twitter. Qué triste que me lo reafirmen. Preferiría que me demostraran lo contrario.