Las mariposas tienen cualidad de ave. Revolotean, sí, ya lo sabemos... pero tambien renacen de las cenizas, como el pajarraco mítico... que cuando uno las piensa bien muertas y pisoteadas, solo hace falta un perfil de antaño para hacerles levantar cabeza. Y no es que el arquitecto perfecto siga en vigencia. Tampoco es que no lo valga.
La primera vez que fuí a la playa, me faltaba el par de años para completar el par de lustros. Por aquel entonces contaba con tres amiguitos postizos, y un hermanito pequeño que le tenía terror al agua. Recuerdo que yo jugaba con Tony, con Lalo, con Lety... mientras nuestros padres intentaban en vano construir una casa de campaña.
Lety era la líder del grupo, la simpática, la amiguera, la Candy Candy contemporánea que a todos sabía ganarse. No la envidiaba entonces, o al menos, eso es lo que me cuenta la memoria. La veía como una pequeña hechicerita cuyo poder radicaba, cual Sansón, tras el rojo de sus cabellos, que en este mundo de destacados era un cromatismo poco común.
La competitividad me vino después, cuando, por sacar de las vísceras los residuos de un-tal-José, recurrí a los recuerdos de la temprana infancia... aún en la infancia (mira tú, desde chiquita ya hacía eso) y me autoimpuse a un-tal-Tony, repitiéndome el mantra loquieresloquieresloquieresloquieres hasta que me convencí.
Salí de la primaria con alto promedio y engañosa experiencia, pues mientras me creía ahora más madura y evolucionada, más charming y "ahora sí yo seré la cotizada y no Lety", me llega la dura realidad mostrándome a una Lety que avanzó senda proporcionalmente, con el mismo carisma y la misma facilidad de conducción de siempre, solo que matizada esta vez por un físico marca Barbie que, para épocas de escuela secundaria, cuando uno suele ser un aborto hormonal sin forma, patrocinaba los silbidos desde la planta alta a coro por salones enteros de púberes en celo.
Me viene este curioso flashback, mientras me analizo con lupa... que cuando dije que el destino se portó mamón conmigo, que debí haber conocido a Erick en la adolescencia y a Luisito don Arquitecto Perfecto en esta etapa de la existencia... para luego retractarme, y asegurar categóricamente que, de haber conocido a Luis en estas condiciones, probablemente no me causaría ningún impacto, no preeví que, así como uno avanza y evoluciona, la gente que vemos y que dejamos de ver también lo hace. Y quizá aquél Luis del promedio más alto de toda la carrera de arquitectura podría no poderme ahora... pero quizá aquél Luis sea tan "aquél Luis" como aquélla Lety de secundaria era la pequeñita pelirroja pecosita y simpaticona que saltaba entre conchitas marinas. No lo sé. El vistazo rápido de hace unas horas no me basta para constatarlo. Lo que sí puedo asegurar es que... por segundos, yo volví a ser la quinceañerita ilusa y soñadora de la preparatoria. O eso, o estoy recurriendo nuevamente a las memorias del pasado para limarme los residuos del presente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario