miércoles, febrero 22, 2006

El tiempo no es una línea. Es un nudo.


Hoy pasé junto a él varias veces, algunas con indiferencia, otras tantas, viendo sin ver... que su cara transparente nada me dice, y su cuerpo, aferrado al sitio por inercia, es silencioso cómplice que no dirá qué causa le llevó ahí y, por supuesto, no responderá el por qué de la causa que ahí lo mantiene... misma que todos conocemos, conocemos de oídas, misma que a nosotros nos designará un lugar para siempre como a él, aunque no nos ofrezca pasividades de falso cristal, que bien tiene reservados para nosotros otros cromatismos. Él sigue aferrado a mi puerta. Quizá desee competir con aquélla que lleva vaya usted a saber cuantos meses aferrada a mi cortina... igual de vacía que él, igual de estática que él. Pero ella es vacía en todos los aspectos, y él, aún así congelado, es capaz de evocar sin querer evocar, que el querer le ha sido vedado, no sabemos si desde siempre, o desde "la causa". Y poco interesa. El punto es que evoca: jala recuerdos en sus ojos de abismo y su esqueleto de cristal.

Me hizo recordar el futuro en el que tenía dos amigos, un ejército de cabellos canosos invadiendo mi cuero cabelludo, y una ausencia de líquidos suplida por viscosidades que coexistian alrededor del Grietas, amigo queridísimo que vivía en la bañera, desahusiado desde que me cuenta el recuerdo, mismo del que no saqué mas que un diseño nuevo de insectos que jamás vieron luz comercial. Pero no nos desviemos...

En ese entonces, él nos veía con su cuerpo de araña desde el cementerio esparcido sobre los muros, multiplicando por millares sus ocho ojos, siendo los más viejos también los más blancos.
Tampoco entonces se movía, pero yo temí que, entre tanto miembro agazapado y osteoporísico, entre tanta piel caduca, entre tanta córnea albina, de repente se colaran ocho oscuras.
Y temí...
Temí por mis hermanas... que ahora eran mis hermanas, mis princesas.
Mujeres.
Y no las veía yo como mujeres, sino como hermanas.

Luego, el recuerdo se desvaneció y dejé mi masculinidad y mi vejez acompañarlo. Era joven y bonita de nuevo. Bonita en el sentido en el que cualquier joven de diecinueve años puede serlo si se le compara con un sujeto sucio y harapiento que ronda la vejez.

Me dí cuenta que lo seguía observando...




Creo que lo dejaré una noche mas, lo tiene bien ganado.
Si mañana no vuelve a evocar, le arrojaré a la basura.
Pero no hay alarma, que él evocará.
Siempre lo hace...





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